La Construcción del Objeto de Estudio
Generalmente cuando uno piensa en una investigación se imagina a esos personajes vestidos con bata blanca dentro de un laboratorio, tubos de ensayo y fórmulas incomprensibles para la gente común y corriente, resultado del minucioso y preciso seguimiento que se hizo de los “pasos” del método científico con la intención de comprobar una hipótesis. Sin embargo, al parecer el panorama se complica cuando uno piensa la posibilidad de llevar a cabo una investigación en Arte. Una de las primeras interrogantes que surgen es ¿Qué y cómo investigar en arte?, es decir, cuál sería el objeto de estudio de una investigación en el campo del arte y cuál la manera de abordarlo, ¿acaso con aplicar los rigurosos pasos de lo que conocemos como método científico es suficiente para poder desarrollar una investigación en cualquier campo del conocimiento, incluyendo al arte mismo?
Plantearse estas interrogantes implica de algún modo reflexionar en cuanto a cuál sería el objeto de estudio del arte, cuál su problemática, e incluso, cuestionarse qué es el arte y desde qué punto de vista entendemos el término investigar, ya que de ello depende el tipo de investigación que desarrollemos, es decir, seguir haciendo de la investigación un mero seguimiento de un método que ya tenemos estabilizado y que nos lo inculcaron y asumimos casi de manera naturalizada como única manera para poder hacer investigación, o por otro lado, la posibilidad de hacer de la investigación más que el mero seguimiento de los pasos de un método, la construcción de una metodología capaz de generar nuevos conocimientos.
Con lo anterior, considero entonces pertinente exponer la diferencia que encuentro entre método y metodología, con la finalidad de esclarecer un poco más desde donde desarrollé mi investigación.
Es muy común que en ocasiones nos refiramos a la metodología como sinónimo de método, sin embargo, preciso diferenciarlo, ya que de ello va a depender, insisto, la visión que tengamos de cómo desarrollar una investigación.
Si nos remitimos al Diccionario de la Real Academia Española o a algunos libros de Métodos y Técnicas de Investigación nos vamos a encontrar con definiciones de Metodología como: Ciencia del método. Conjunto de métodos que se siguen en una investigación científica o en una exposición doctrinal. Y refiriéndose a Método como: el conjunto de pasos ordenados (procedimiento) que se sigue en las ciencias para hallar la verdad y enseñarla. Camino que se sigue para llegar a algo.
Las definiciones anteriores sugieren que al método le corresponde la función técnica - instrumental para poder desarrollar una investigación, pero considero que no nada más, ya que el método, si bien incluye un momento instrumental, también le antecede un trabajo de reflexión lo que lo hace sustentarse en criterios lógicos que nos permitirán cierta inteligibilidad para el proceso. En otras palabras, cabe la posibilidad de conceptualizar al método no solamente a partir de su función técnica instrumental y de manera rígida, el método también se construye de manera crítica y provisoriamente, para ser reconstruido en tanto se realiza. En este sentido, la Metodología, entonces sugiere rebasar la noción instrumental de método, y más bien, con metodología se alude a la lógica de los procedimientos y a los criterios fundamentales para desarrollar una investigación.
La metodología se ubica entonces en el campo de las posibilidades del sujeto en términos de táctica, como diría Michel De Certeau y no en la línea de definición de pasos y técnicas a instrumentar, en tanto que puede ser entendida como una forma, entre muchas, a través de la cual un sujeto se confronta con la realidad para construir su objeto de estudio, asumir los problemas y buscarles una explicación.
Entonces, si consideramos la metodología como un campo de posibilidades en tanto táctica de un sujeto para tratar de dilucidar un fenómeno de su cotidianidad, se estaría planteando, luego dos aspectos fundamentales: un sujeto y una realidad compleja, interactiva y dependiente de quien la percibe, y por tanto, un interés en la búsqueda no de certezas sino de explicaciones que den sentido a su Hacer cotidiano, concebido este desde la propuesta que hace de este concepto teórico Michel De Certeau en su texto “La invención de lo cotidiano” como referencia a la de un “arte”, que insinúa un estilo de intercambios sociales , un estilo de invenciones técnicas y un estilo de resistencia moral, que concluyen en la elevación de la cultura ordinaria y dan a las prácticas el pleno derecho de condición de objeto teórico, por lo que sugiere debe encontrarse el medio para “distinguir maneras de hacer”, pensar “estilos de acción”, para así elaborar la teoría de las prácticas.
Hidalgo Guzmán expone que al hacer investigación, de alguna manera, es necesario tener una actitud heurística, ya que ésta desencadena la búsqueda de caminos para responder a la problemática planteada, es desbroce de itinerarios posibles para probables explicaciones (Hidalgo Guzmán, 1997, pág. 116). A partir de esta idea que plantea Hidalgo Guzmán se infiere entonces que la búsqueda de caminos incluye anticipación de resultados, esto es, la aparición de explicaciones anticipadas o previas, y esto no es otra cosa que la construcción que hacemos de nuestra hipótesis o lo que Peirce denomina como abducción, un tipo de inferencia (distinta de la deducción y la inducción) mediante la cual generamos hipótesis para dar cuenta de aquellos hechos que nos sorprenden. Peirce consideró que la abducción no sólo estaba en el centro de la actividad científica, sino también de todas las actividades humanas ordinarias. Por lo tanto, la abducción es ese proceso mental “generador” de desplazamientos y lógicas del pensamiento sin ser del todo definido moviéndose en el espacio de la posibilidad, en donde a partir del planteamiento de un resultado, se le aplica una regla y se genera un caso.
Plantear entonces, a la producción artística como el proceso elegido para la constitución de un sujeto fue la manera en como comencé a darle sentido a esta investigación. Aquí considero, y en lo subsecuente entiéndase por sujeto no como ese ser innominado, sino como un ser “sujeto” a una infinidad de interrelaciones de afectos y conocimiento que hace de su tránsito en el mundo, una realidad única susceptible de ser problematizada, analizada y reflexionada, con la finalidad de construir explicaciones a lo inexplicado, hacer comprensible lo no comprendido, de significar hechos o fenómenos que son referidos inicialmente a situaciones de conocimiento meramente cotidiano.
Para efectos de esclarecer más aún esta concepción de sujeto , tal vez sea oportuno establecer las diferencias que se puede vislumbrar entre sujeto y hombre. Michel Foucault en su libro “Las Palabras y las Cosas” apunta tres consideraciones fundamentales para la concepción de hombre: la conciencia, la razón y la voluntad, elementos que sin duda son considerados por la psicología como ejes de análisis para la concepción de un hombre pleno, completo, cuyo esfuerzo en la vida debiera estar encaminado a alcanzar precisamente la felicidad (no hay demanda más grande del Gran Otro que ser feliz), sin embargo, es el psicoanálisis con Freud y luego con Lacan que cuestiona esta concepción de ser completo, y más bien lo que proponen es la concepción de un sujeto en falta, pasional (pathos – padecer), cuya pulsión de muerte va a hacerse presente a lo largo de toda su vida y su deseo lo que lo motiva a crear, y de alguna manera, crearse él mismo.
Por lo tanto, al concederle importancia al ámbito afectivo del sujeto como el generador de su deseo, en esta investigación, irremediablemente, el investigador, como sujeto, se convirtió en el protagonista y el objeto de estudio el producto de su actividad constructiva, es decir, el objeto de estudio lo construí a partir de la problematización que fui capaz de hacer de mi realidad, de mi cotidianidad, ya que desde mi parecer, el objeto de estudio de una investigación no es un tema que se elija presuponiendo que el “problema” está en el mundo externo esperando a que sea descubierto, el sujeto es quien lo construye, no por nada dicen “que no hay felicidad inteligente”. Es decir, lejos de elegir un tema que fuera el pretexto para hablar acerca de “algo” y, que en el mejor de los casos, desencadenara un producción plástica, el camino fue más bien a la inversa: fue a partir de esa producción, de ese Hacer, aparentemente sin sentido, como fui construyendo la temática, en la medida en que trataba de desnaturalizar mi producción artística. De algún modo la idea giraba entonces en torno a proponer a la producción artística como generadora de conocimiento a partir de la reflexión y desplazamientos personales que hiciera en cuanto al “hacer cotidiano” del proceso personal que sigo para producir. En otras palabras, la intención era desnaturalizar a la producción artística para convertirla en objeto de estudio de mi investigación.
Mucho se habla de que una investigación debe centrarse en el área en el que uno es “especialista” y resulta entonces obvio pensar, que por ejemplo, un historiador desarrolle una investigación a partir de reconstruir la historia, un químico a partir del registro de resultados de horas de trabajo en el laboratorio, pero un artista… ¿a partir de qué puede desarrollar una investigación si no es a partir de la propia producción artística que realiza? Pero entonces, la pregunta que surge es ¿cómo abordarla para no caer en mera recopilación de información para conformar compendios que poco hablarían de nuestro proceso creativo al realizar nuestra producción artística?
Me quedaba claro que el conocimiento que generara esta investigación tendría un papel explicativo de los hechos o fenómenos cotidianos, que me permitieran como sujeto - investigador enriquecer las concepciones que tenía de mi realidad. No se trataba entonces de una mera recopilación de datos e información de “la realidad” para contrastarlos con los conocimientos “formales” o teóricos y negar o confirmar un supuesto. La intención desde el inicio fue plantear, en primer lugar, un sujeto multirelacional y complejo, haciéndose imposible ignorar su contexto y su historia personal, y por otro lado, la posibilidad de concebir la realidad en términos de explicación, comprensión, argumentación y transformación. Ello implicaba entonces, en el caso del artista investigador, plantearse una producción con sentido, en la medida que fuera capaz de desnaturalizar su propio proceso de producción artística y hacer de éste su objeto de estudio, en donde la técnica, ese “hacer bien” las cosas, no fuera el único ámbito de estudio que se pudiera abordar al hacer investigación en arte, distinguiendo también otros ámbitos, como el vivencial afectivo de una producción artística, en donde se tornó interesante poder identificar, analizar y reflexionar acerca de aquellas vivencias que fueron detonantes y desencadenaron toda una producción artística para llevar a cabo una significación de las mismas, es decir, si el conocer es una forma de expresión y acción del sujeto en una situación, consideré que sería interesante poder, a partir del relato y de la reflexión de las vivencias que motivaron la creación de mis imágenes y de la propia descripción del proceso que seguí para construirlas, armar una explicación con tintes subjetivos; y entiéndase subjetivo en el sentido de cómo, cada uno de nosotros significamos el mundo o nuestra experiencia a partir del reflejo con diversos autores, artistas, teóricos, pensadores etc. que de alguna manera nos han ayudado con su conocimiento a construir nuevas formas de realidad, abordando con éste análisis el tercer ámbito de estudio de una producción: el argumental.
Otra reflexión que sugiere lo antes expuesto, apunta a la controvertida objetividad atribuida al sujeto investigador, que si bien casi han sido derrumbadas por autores como Pablo Fernández Christlieb cuando señalan que estas “ilusiones objetivas” del mundo no pueden conducir a la conquista de la objetividad en el conocer pues para ello sólo bastaría que el sujeto se desprendiera de valores ideológicos, referencias teóricas y posiciones socioculturales; y aunque es más que sabido que el sujeto conoce en situación y no puede concebirse como un individuo abstracto o al margen de una situación concreta, ello no quiere decir que la relación investigador – vida cotidiana, o del papel de la teoría en la interpretación de los hechos han sido completamente superados al momento de plantear otro tipo de metodología para realizar investigación en arte distinta a la legalizada académica o institucionalmente.
Otra reflexión, expuesto lo anterior, gira en torno a la necesidad de repensar el estatuto de realidad, esto es, no asumirla en su materialidad y existencia independiente del sujeto, sino pensarla en su dimensión subjetiva y recíproca, es decir, en cómo ésta permea y configura culturalmente los ámbitos naturales de la vida cotidiana de los sujetos y viceversa. Guattari lo expresa mejor cuando expone que
una persona tenida por responsable de sí misma se sitúa en el seno de relaciones de alteridad regida por usos familiares, costumbres locales, leyes… entendidas estas como una multiplicidad que se despliega a la vez más allá del individuo, del lado del socius, y más acá de la persona, del lado de intensidades tributarias de una lógica de afectos más que de una lógica de conjuntos bien circunscritos.
En otras palabras: la subjetividad se hace colectiva, lo cual no significa que se torne exclusivamente social (Guattari, 1996, pág. 20)
En las anteriores reflexiones se acudió a dos proposiciones que considero pertinente explicitar. Una es la intención de recuperar la subjetividad del sujeto protagonista de la investigación, para construir posibilidades diversificadas de rehacerse y en cierto modo singularizarse, en tanto que ésta subjetividad es conformada a partir de su interacción sociocultural, es decir, contribuir a crear una relación auténtica con el otro; y la segunda proposición, se refiere a sugerir a la cotidianidad como ese espacio común susceptible de ser analizado y reflexionado como vía de acceso a la explicación de cómo y por qué el sujeto en cuestión se realiza y protagoniza su cotidianidad de cierto modo y no de otro, más precisamente cómo es que se constituye como sujeto. Es por eso que desde este punto de vista, mi producción artística se convirtió en el objeto de estudio de esta investigación, en tanto que al pensarla como el resultado de aquello con lo que reacciono, de mi relación con el mundo y con los otros, es sin duda la estrategia que elegí para constituirme como sujeto y el tratar de articular un discurso sobre ésta práctica poco discursiva (como lo es la propia producción artística personal), la manera de intentar hacer Artes de la Teoría, como dice Michel De Certeau en su libro “La invención de lo cotidiano” cuando afirma que: la teoría debe aventurarse sobre una región donde ya no hay discursos, y luego agrega, la operación teorizante se encuentra allí en los límites del terreno donde funciona normalmente, como un coche sobre el borde del acantilado. Más allá, el mar. (Michel De Certeau, 2007, pag. 73)
Michel De Certeau lo que expone es que, aparentemente, nuestra cotidianidad, esas Formas de Hacer, parecieran estar lejos del conocimiento y sin embargo, son precisamente todas esas prácticas naturalizadas las poseedoras de su secreto. Por lo tanto, si como dice Lacan, el inconsciente no es otra cosa que ese pensamiento naturalizado, es decir, ese pensamiento que no es reflexivo; en la cotidianidad entendida no como mera repetición de actos, sino como esa respuesta que cada uno de nosotros tenemos ante la demanda e imperativo de lo simbólico, del “deber ser”, es donde verdaderamente podemos comenzar a explorar nuestro inconsciente.
Por tal motivo, al considerar a la producción artística como un recurso imaginario de un sujeto frente a lo insoportable de lo real y lo imperativo de lo simbólico y de la demanda del Gran Otro, se abre un amplio campo de investigación, al tratar de dilucidar ese desplazamiento entre lo inconsciente y el consciente de quien la produce, es decir, del artista.
Desde la postura lacaniana de la subjetividad es posible afirmar que el sujeto no piensa, es pensado, hablado por una verdad que sólo puede articularse a medias en un decir, en el cual invariablemente esa verdad falta: Pienso donde no soy, luego soy donde no pienso (…) no soy allí donde soy el juguete de mi pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar (Lacan, 1973, pág. 201)
¿A dónde quiero llegar? Parafraseando a Lacan: No se trata de saber si hablo de mí mismo de manera conforme con lo que soy , sino si cuando hablo de mí, soy el mismo que aquel del que hablo.